domingo, 6 de julio de 2008

Discurso del barbero judío en la película El gran dictador (1940)

Un barbero judío que combatió con el ejército de Tomania en la primera guerra mundial vuelve a su casa años después del fin del conflicto. Amnésico a causa de un accidente de avión, no recuerda prácticamente nada de su vida pasada y no conoce la situación política actual del país: Adenoid Hynkel, un dictador fascista y racista, ha llegado al poder y ha iniciado la persecución del pueblo judío, a quien considera responsable de la situación de crisis que vive el país. Paralelamente, Hynkel y sus colaboradores han empezado a preparar una ofensiva militar destinada a la conquista de todo el mundo.



El barbero judío tiene la misma apariencia física que este nuevo dictador de Tomania, Hynkel, instaurador de un fuerte antisemitismo, que terminará por llevar a prisión al barbero. El sueño de Hynkel, aliado con Napaloni, es dominar el mundo y someterlo a sus principios antidemocráticos. En medio de una cacería de patos, Hynkel será confundido con el barbero, fugado del campo de concentración, y este toma el lugar del dictador.

Lo que sigue es el mítico discurso final, organizado para celebrar la anexión de Ostelrich a Tomania. El dictador Hynkel es confundido con el barbero judío por sus propios hombres, y, este último, se ve obligado a dirigirse a una audiencia de millones de personas. Un emotivo discurso final, en donde Chaplin vuelca sus ideas sobre la convivencia humana y la democracia. Un canto a la esperanza, un canto a la democracia, un canto a la hermandad y unión entre los pueblos del mundo y un canto a la paz y la libertad expresadas con sentida intensida dramática. El payaso mudo habla, y lo hace en un llamamiento universal de reconciliación para un uso constructivo del progreso humano.


Discurso del Barbero Judío (Charles Chaplin)


La película toca uno de los temas más preocupantes de la época, el auge de los regímenes totalitarios y la expansión del fascismo a Europa. Pastiche de Hitler y Mussolini, el film es una convergencia de drama, comedia y tragedia que retratan la silueta grotesca y siniestra de un sujeto que se cree un superhombre y que piensa que sólo tienen valor su opinión y su palabra. Hynkel, el dictador de Tomania, es presentado como un hombre egoísta, infantil, inseguro, incapaz de tomar decisiones de ninguna clase y todavía menos de gobernar un país: la bola del mundo con la que juega en una de las escenas más memorables del film, acaba explotando, física y simbólicamente, en sus manos. Brillante parodia de todas y cada una de las ideas políticas, culturales, sociales y económicas del nazismo, des la superioridad de la raza germánica hasta la sumisión incondicional del individuo a la comunidad, pasando por el antimarxismo y el antisemitismo.


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