Éstos son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestados... Tajos son éstos de mis propias entrañas. Ninguno me ha salido recalentado, artificioso, recompuesto de la mente; sino que han brotado como las lágrimas salen de los ojos y la sangre sale a borbotones de la herida.
José Martí.
Poeta, en verso y prosa, y revolucionario en el arte y la política, José Martí (1853-1895) tiene una importante labor poética que progresivamente ha ido siendo valorada, con la mayor justicia que se merece, dentro del movimiento llamado modernista, aunque su modernismo no participa de todos los enunciados que forman el movimiento1. Incluso, a veces, es su contradicción o excepción. Pero no cabe duda de que Martí es uno de los mejores representantes de este movimiento de liberación artística y de afirmación cultural americana. Al indagar en el proceso de creación poética en Martí hay que atenerse tanto a su teoría como a su praxis, analizando su escritura en toda su abarcadora amplitud.
El poeta ha adelantado algunas ideas que ayudan a descubrir e interpretar esos hallazgos. Se ha declarado enemigo jurado de la poesía cerebral, de la poesía mental que entonces predominaba en el ámbito hispánico. Reclama una poesía que brote de la sensibilidad con la fuerza y la pureza naturales del agua del manantial. Reclama imágenes sorprendidas al vuelo, entrevistas por el poeta y no inventadas ni elaboradas en la retorta retórica. Esta acepción peyorativa de lo retórico, en cuanto sinónimo de artificioso, postizo, sobrante e innecesario se contrapone a la idea de un lenguaje simple y diáfano. Rechaza tanto el tono fúnebre de los románticos como las frías y hermosas vasijas del parnasianismo. En “Mi poesía” de Versos Libres2 dirá:
no la pinto de gualda y amaranto
como aquesos poetas; no le estrujo
en un talle de hierro el franco seno;
y el cabello dorado, suelto al aire,
ni con cintas retóricas le cojo:
no: no la pongo en lindas vasijas
que morirían; sino la vierto al mundo
a que cree y fecunde, y ruede y crezca
libre cual las semillas por el viento. (77)
Martí opone resistencia a la expresión parnasiana, prefiere la luz y el brillo natural al brillo y luz artificiales con que se puede adornar la túnica de su poesía. En “contra el verso retórico... ” de Flores del destierro nos dice:
Contra el verso retórico y ornado
el verso natural. Acá un torrente:
aquí una piedra seca. Allá un dorado
pájaro, que en las verdes ramas brilla
...........................................................
acá la huella fétida y viscosa
de un gusano... (81).
Martí predica una poesía natural y sincera. Ese gusto por lo natural se traduce en una poesía no afectada, ni retórica. Martí ama la sencillez. Así lo confiesa en el Prólogo de sus Versos sencillos: “Se imprimen estos versos... porque amo la sencillez, y creo en la necesidad de poner el sentimiento en formas llanas y sinceras” (24). Esta declaración de sinceridad resuena por muchas partes de sus versos, sobre todo en los poemas I y V. En este último afirma: “Mi verso al valiente agrada:/mi verso breve y sincero” (29).
Unida a esta prédica de la naturalidad se desarrolla una conciencia social, la cual que se manifiesta en una constante preocupación por los problemas de América. Su conciencia americanista, que contrasta con la extranjerizante de muchos de sus contemporáneos, le hace emitir juicios severos contra los escritores que solo prestan atención a la moda y modelos foráneos, desatendiendo así la originalidad, las realidades y características propias de sus países. Para Martí, el pueblo es un elemento clave en la elaboración poética y cuenta tanto como el poeta mismo, porque allí encuentra este la fuente de su inspiración: “La poesía es a la vez obra del bardo y del pueblo que la inspira... La poesía es durable cuando es obra de todos. Tan autores son de ella los que la comprenden como los que la hacen” (cit. En Roggiano “Poética” 367). Martí busca establecer un diálogo con el pueblo. En su poesía manifiesta el compromiso adquirido con los desposeídos. Así lo manifiesta en el poema III de Versos Sencillos: “con los pobres de la tierra/ quiero yo mi suerte echar” (26). La poesía natural que propone está basada en su conciencia de lo americano, en la expresión y utilización de los elementos que componen toda la naturaleza americana y en la sencillez con que debe elaborarse para que el mensaje llegue al pueblo. Las letras no son un mero fin de producción de belleza formal, sino que se usan con el intento de expresar en lengua hermosa ideas profundas y durables. Así, el arte, la poesía no es una mera contemplación, sino cierta inmanencia de actividad transformadora que tiene por fin un mejoramiento de la realidad; la literatura debe encaminarse hacia el bien del prójimo. Para Martí, la poesía, la obra de arte en general, debía tener una clara función social y caminar de acuerdo a la sociedad. Martí tiene un concepto evangélico del poeta en cuanto hombre, a quien presenta como un místico del deber y como un mártir de su propio destino. Ya en sus primeros versos desarrolla una imagen del poeta entre cósmica y sacerdotal. En su “Musa Traviesa” de Ismaelillo nos dice:
Me siento, cual si en magno
templo oficiase;
cual si mi alma por mirra
vertiese al aire;
cual si en mi hombro surgieran
fuerzas de Atlante. (8)
Martí no entendía otro punto de partida para su poesía que lo real, que era el hecho experimentado, el contacto directo, inmediato. En el prólogo a sus Versos libres remarca este hecho:
Lo que aquí doy a ver lo he visto antes (yo lo he visto, yo), y he visto mucho más, que huyó sin darme cuenta a que copiara sus rasgos. De la extrañeza, singularidad, prisa, amontonamiento, arrebato de mis visiones, yo mismo tuve la culpa, que los he hecho surgir ante mi como las copio. De la copia yo soy el responsable. (50)
Los críticos reverenciales de la cualidad apostólica martiana, no han dejado de reconocer la abismal y persistente experiencia del dolor que llevó a cabo Martí a lo largo de casi toda su vida y la voluntaria inmersión en una experiencia casi alucinatoria del sufrimiento. Esa gran capacidad de sacrificio que tenía Martí y ese profundo sentimiento de dolor que lo embargaba encuentran una vía de escape en la poesía. Ella le sirve de confesión y tal vez de catarsis. Martí sufría por lo personal y por el mundo por el que luchaba. Su desafortunada vida amorosa, la separación de su hijo, la falta de comprensión de su esposa y las tribulaciones diarias para conseguir el sustento son desgarros personales que le producen dolor. La patria sujeta y envilecida por un colonialismo ya decrépito y las pésimas condiciones de la América producen todo ese pesar que Martí refleja en su poesía3, Martí lo esboza claramente en los años de Versos Sencillos:
Para pensar altamente me hace falta sufrir. Primero, caigo, tambaleando y muriendo. Y me levanto, con el cerebro en hervor, y el alma ágil. Brotan mis pensamientos como chispas. Parece como que el puñal que me entra en el cerebro, echa hacia delante las ideas. (cit. en Rama 117).
Martí ve en el dolor una obligada condición para alcanzar la plenitud expresiva4, tal como lo entendió Rimbaud cuando dice “el dolor alimenta, el dolor purifica, el dolor nutre” (cit. En Rama 117). Hay en estas reflexiones una íntima conciencia de la relación entre el estado de ánimo del poeta y su capacidad creadora:
Siempre que me siento a escribir, la Fortuna celosa me pone una capa de hiel al lado. Mi obra es trocarla en mieles –jamás he entrado en una gran labor sin que alguna profunda pena haya venido a perturbar en el comienzo– y he hecho mi jornada bravamente, con un muerto a la espalda. (cit. en Santi 834)
Escribir poesía parece estarse diciendo Martí, no significa saber rimar o contar metros: no depende de una habilidad técnica. Significa asumir una condición que permita transformar la pasión en poesía. El dolor tiene que alcanzar la máxima intensidad para que repercuta armónicamente en una máxima elevación espiritual. Así, el dolor es permanente y esencial porque es connatural a la existencia5. Martí expone claramente esta idea en “Canto de otoño” de Versos Libres:
... y amé la vida
porque del doloroso mal me salva
de volverla a vivir. Alegremente
el peso eché del infortunio al hombro:
porque el que en huelga y regocijo vive
y huye el dolor, y esquiva las sabrosas
penas de la virtud, irá confuso
del frío y torvo juez a la sentencia... (58)
La composición XXXV de Versos Sencillos plantea cierta diferencia entre lo que se podría llamar dolor esencial, connatural a la existencia y al universo, y el dolor circunstancial, procedente de algún acto de las relaciones humanas: desafecto, deslealtad, traición. El dolor circunstancial, tiene, pues, poca monta respecto al dolor esencial, del cual brota la poesía:
¿ Qué importa que tu puñal
se me clave en el riñón?
¡ Tengo mis versos, que son
más fuertes que tu puñal !
¿Qué importa que este dolor
seque el mar, y nuble el cielo?
El verso, dulce consuelo,
Nace al lado del dolor. (44)
La poesía como creación es consuelo para el bardo, aunque refiera cualquier dolor circunstancial, porque la poesía nace de la certidumbre de que la existencia implica el dolor esencial. La composición XLVI plantea la poesía como un consuelo, porque cuando más cargada de penas está el alma del poeta, este acude a la creación poética:
Vierte, corazón, tu pena
Donde no se llegue a ver,
Por soberbia, y por no ser
Motivo de pena ajena.
Yo te quiero, verso amigo,
Porque cuando siento el pecho
Ya muy cargado y desecho,
Parto la carga contigo. (48)
Para renovar la forma poética se debe escribir viviendo, lo cual significa, escribir al dictado de la vida6. Sin embargo, para Martí, el proceso creativo resulta ser un fenómeno involuntario: la poesía se produce dentro de él, no es que él la produzca, o la busque, y, todavía más, estatuye que no es correcto buscarla porque entonces se rehusaría. Sus versos no son productos mentales sino emocionales. En el prólogo que escribió para sus Versos Libres nos dice: “Ninguno me ha salido recalentado, artificioso, recompuesto, de la mente; sino como las lágrimas salen de los ojos y la sangre sale a borbotones de la vida” (50). Esta doctrina martiana se define por su origen en la inspiración. La inspiración hace del momento creador un acto de libertad. De modo que no es posible alcanzar o realizar poesía sin emoción o inspiración7. Martí distingue dos clases de versos: los versos del cerebro, de la mente, de la razón; y los versos del corazón, del alma, de la emoción. Para Martí la emoción es primero.
El manejo de la lengua es otro aspecto prioritario en la poética de Martí, quien nos enseñó que “en las palabras hay una capa que las envuelve, que es el uso: es necesario ir hasta el cuerpo de ellas. Se siente en este examen que algo se quiebra, y se ve lo hondo. Han de usarse las palabras como se ven en lo hondo, en su significación real, etimológica y primitiva, que es la única robusta, que asegura duración a la idea expresada en ella” (cit. en Cruz 38). Respecto a este aspecto del quehacer poético Martí escribió en 1882, en el prólogo a “El poema del Niágara” del venezolano Pérez Bonalde: “Han de podarse de la lengua poética, como del árbol, todos los retoños entecos, o amarillentos, o mal nacidos, y no dejar más que los sanos y robustos, con lo que, con menos hojas, se alza con más gallardía la rama, y pasa en ella con más libertad la brisa y nace mejor el fruto” (cit. en Augier 34). Se trata de una higiene de las letras lograda por el camino del laconismo y la precisión. En una selección de apuntes de Martí, entre sus papeles sueltos, expresa esta concepción: “Adoro la sencillez, pero no la que proviene de limitar mis ideas a este o aquel círculo o escuela, sino la de decir lo que veo, siento o medito, con el menor número de palabras posibles, de palabras poderosas, gráficas, enérgicas y armoniosas” (cit. en Rama 132). El ajuste del pensamiento a la forma es base en la concepción del estilo: “El lenguaje ha de ser matemático, geométrico, escultórico. La idea ha de encajar exactamente en la frase, tan exactamente que no pueda quitarse nada de la frase sin quitar eso mismo de la idea” (cit. en Vitier XI). El estilo de Martí no es, pues, el resultado de una técnica refinada para promover los más exquisitos deleites de la sensación o del goce puro8. El hombre de estilo es aquel que se vale del lenguaje para expresar un contenido que ha vivido, ineludiblemente. La lengua es sólo un medio. Para este estilo, la realidad está antes que la palabra, y es idea, sentimiento, pensamiento, vivencia y no signo, accidente, mera representación. Martí era partidario de que se debe pulir el verso, pero no una vez que esté fuera de la mente, que ya está en el papel, sino dentro de ella. Respecto de la adecuación al contenido, para él, la lengua es vana cuando no sirve de vehículo a algún mensaje. En ello está encerrado un claro precepto de utilidad de las letras: “El lenguaje es humo cuando no sirve de vestido al sentimiento generoso o a la idea eterna” (cit. en Omaña 206).
Obras Citadas
Agier, Angel. “ Notas sobre el proceso de creación poética en Martí ”. Anuario L/L: 13-34.
Cruz, Mary. “Alegría viva: Martí” Anuario L/L.2(1971): 25-46
Henriquez Ureña, Max. Breve historia del modernismo. México: Fondo de cultura económica, 1954.
Jiménez, José Olivio. “Dos símbolos existenciales en la obra de José Martí”. Románica 15(1979): 112-125.
Martí, José. Obra literaria. ed. Cintio Vitier. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1978.
Más, José L. “En torno a la ideología de José Martí”. Cuadernos Americanos 199.2 (1975): 82-114.
Omaña, Balmiro. “Concepción de la poesía en José Martí”. Revista Iberoamericana 55.146-147 (1989): 193-209.
Rama, Ángel. “José Martí en el eje de la modernización poética: Whitman, Lautréamont, Rimbaud”. Nueva Revista de Filología Hispánica 32.1 (1983): 96-135.
Roggiano, Alfredo. “Acción y libertad en la poética de José Martí”. Revista Iberoamericana 55.146-147 (1989): 193-209.
-------, “ Poética y estilo de José Martí ”. Humanitas. 2 (1953): 351 - 378.
Santi, Enrico Mario. “Ismaelillo, Martí y el modernismo”. Revista Iberoamericana 52.137 (1986): 811-840.
Schulman, Ivan. Introducción. Ismaelillo, Versos libres, Versos sencillos. Por José Martí. Madrid: Cátedra, 1997.
Vitier, Cintio. Prólogo. Obra literaria. Por José Martí. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1978.
1 Respecto a la génesis de este movimiento nos dice Iván A. Schulman: “El modernismo concebido como la etapa inicial de una época de crisis, ostenta sus primeros síntomas inquietantes en Hispanoamérica a partir de 1875 no sólo en el terreno de la literatura sino en el de la filosofía, la ideología, la organización social y la religión. Era de transformaciones vertiginosas, de complejas tendencias heterogéneas y anárquicas, el modernismo se caracteriza al principio por el rechazo de normas y tradiciones consagradas” (23).
2 Citamos por la Obra Literaria editada por la Biblioteca Ayacucho cuyo prólogo y notas están a cargo de Cintio Vitier. En adelante, se cita por esta edición indicando número de página.
3 Alfredo Roggiano señala: “La poesía es un dolor. Desgarra el pensamiento, las entrañas del poeta, como desgarra el hijo las entrañas de la madre” (“Poética”, 358).
4 José L. Más dice al respecto: “En Martí es la idea del sacrificio la que culmina toda su prédica ética y moral. Por eso, más que la satisfacción de los apetitos materiales recomienda, a través de sus crónicas, la privación y la desgracia, como camino seguro para conseguir la perfección... Martí llega a afirmar que el sacrificio y el dolor son las condiciones necesarias para el logro de la verdadera felicidad en una vida futura” (107).
5 José Olivio Jiménez afirma que: “Martí, iniciado desde adolescente en los saberes nutricios del dolor, y pudoroso en extremo de exhibirlo, no pudo sino vestir el obligado disfraz que ambos sentimientos le imponían... pues el dolor en sus cotas más altas, y como el mismo sostuviese, es purificación y alimento y nacimiento para la vida del bien” (116).
6 Cintio Vitier plantea la relación arte y vida a partir de dos principios: “La expresión sincera y el pensamiento libre”. En donde la primera será necesariamente libre (XII).
7 Alfredo A. Roggiano sostiene que la poesía de Martí “nace de la inspiración; la inspiración es un acto libre; la libertad sustentada en la acción, es la base de la creación; ésta es originalidad; la originalidad es autenticidad, sinceridad, honradez. Por tanto, la poesía es la religión de la libertad, y así, la suprema guiadora de los pueblos” (“Acción” 407).
8 Al respecto Max Henriquez Ureña afirma: “En el verso, Martí, más que un revolucionario de la forma, fue un reivindicador de la sencillez” (56).
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